domingo, 13 de abril de 2014

Pensar un título para una recopilación de conceptualizaciones tan dispares es una puta mierda

No me crean (todos piensan que está pidiendo que nadie se trague lo que dice, pero en realidad se refiere a que nadie le construye ni le moldea ni le influye; es fiel a sí mismo; también es un poco gilipollas).

UN HASTA LUEGO
Despedirse para ir al baño. Un «adiós» o un «hasta luego» para ausentarse unos minutos. En vez de «ahora vuelvo» o «enseguida vengo», utilizar fórmulas de despedida muy en serio. «Hasta la próxima» (va a la cocina a coger una cerveza). «Espero verte pronto» (simplemente va a cerrar la puerta del salón para que no corra aire). «Hasta otra» (lo dice cada vez que se dispone a girar la cabeza para seguir viendo la película después de comentarle algo a su acompañante). 

SABOR A PUEBLO
Ser gigante de un tamaño en que tu lengua sea más o menos igual de grande que el Pentágono. Lamer pueblos. Sentir la textura de un pueblo en la lengua, con sus irregularidades, sus árboles, su casco antiguo, su sector urbano... Chupar un pueblo y decir a qué sabe cada barrio y qué tipo de rugosidades, asperezas y repliegues tiene. Conseguir tactos muy dispares y exóticos a golpe de lengüetazos muy minuciosos sobre municipios.

EL PÁNICO QUE LE PERSIGUIÓ
El músico tenía un miedo horrible a que se le cayeran las partituras del atril del piano mientras tocaba. Le producía mucho terror escénico. Por ello, decidió aprender la pieza de memoria y salir sin la partitura. Así no tendría ningún problema. Antes de salir a tocar, tenía los papeles entre sus manos. Estaba repasando la obra. Justo antes de ser presentado para salir al escenario, dejó las partituras en el camerino, encima de una silla. Todo empezó bien. Hizo una entrada muy elegante y el concierto estaba saliendo perfectamente. Pero todo se torció por un ruido. En uno de los silencios más importantes y largos de la sonata, el sonido de un par de hojas cayendo fue estremecedor. Estaba tocando tan bien que el silencio que había conseguido en el público, que estaba anonadado con lo que oía, era sepulcral. Tan intenso fue el silencio, que se oyó perfectamente cómo caían las hojas dentro del camerino. Tal nivel mostró el pianista, que fracasó. Tal fue la calidad que tenía, que todo salió mal. Su perfección fue la razón de su fatalidad. La excelencia fue la causa del infortunio.

SE LA DEVUELVE BIEN DEVUELTA
Saludó a su tía-abuela (a la abuela no porque le tiene un cariño especial y le da la paga) con un apretón de mejilla tan fuerte que se llevó piel por delante. Le devolvió de una sola vez todos esos estrujones sufridos en la infancia. La venganza tenía que ser terrible y lo fue.

MALA COSA
Pronunció mal una consonante del mal de ojo que le estaba echando a una peatona y no valió. Le salió mal el trato con Lucifer. El diablo se fija mucho en el estilo y el saber hacer. Hay que cuidar las formas, el procedimiento. Da igual a lo que te dediques. Los maleficios de a pie también necesitan un mínimo de fonética y entonación. Llegarle con ese discursito a una gitana vidente: «No, es que has pronunciado mal la ese y el conjuro se considera fallido. Lo siento, vuelve a intentarlo».




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales