miércoles, 17 de febrero de 2016

Sabroso último adiós o banquete de píldoras sabor fallecido

Alguien grita muy fuerte «eureka» durante el entierro y se marcha corriendo con pinta de haber encontrado la clave para algún asunto científico. Vuelve minutos después con unas pastillas raras y las ofrece a todos los asistentes. Asegura que saben al difunto. Pretende que la gente saboree por última vez (¡y también por primera, por el amor de dios!) al muerto. En plan, «probad estos caramelitos, veréis qué logrado el gusto del señor Nicolau (lo llama señor para causar mejor impresión), ¡es justo el sabor que él tenía! ¿Sí o no? Sentidlo. Sentid su carne. Permitiros esta despedida. Dejad que el bueno de Nico se deshaga en vuestra boca mientras le dais vuestro último adiós». El tipo incluso saca una gama de sabores bastante amplia, cada uno de una parte del velado. «Este es de su pelo, es de los más conseguidos; y este otro es de su ombligo, no te arrepentirás si lo escoges». Incluso ofrece partes muy específicas: «Este es de fosa nasal izquierda; este de callo del 83 (un callo que tuvo en el año 1983); pero sin duda a ti te recomiendo este de tumor benigno, y estás de enhorabuena porque con este viene de regalo el del último chupetón de su vida (aquí le vende humo porque un chupetón sabe exactamente igual que el cuello sin el chupetón). Al principio la gente se violenta muchísimo y le exigen respeto, pero poco a poco, no sé como, el tío les convence y van aceptando a regañadientes la iniciativa. Caen en la cuenta de que, por muy asqueroso que sea, ese es el último contacto sensitivo que podrán tener con el tipo muerto. Y ahí les tienes, chupando el caramelo y haciendo muecas rollo «esto es terrible, perdóname, pero lo tengo que hacer, Nicolau, nunca te olvidaré». Hay uno que se lo traga sin saborear, como una puta medicina. Se lo toma con agua para no sentir el sabor (que precisamente es lo que se supone que le tiene que interesar). Vaya último adiós le dedicas a tu amigo de la infancia... Así, directo al intestino. Otro lo degusta pero se tapa la nariz (no sabe muy bien cuál es el fin de todo aquello). Bueno, la cosa es que uno de ellos se atraganta con el caramelo sabor flatulencia y muere (aún sabiendo que no tiene ninguna relevancia en la historia, concretar qué caramelo era). Y la idea es que el portador de las píldoras, en ese preciso momento, constata que un caramelo que recree el sabor de ese mismo caramelo podrá valer como caramelo de ese recién palmado, aunque técnicamente el caramelo no forme parte de él, porque las mucosas que envuelven al caramelo sí son de él y el conjunto caramelo+saliva, a su juicio, ya puede considerarse como parte del fallecido en tanto que bolo alimenticio. 

 Ojo ese prolegómeno gratuito del «eureka» que no era nada esencial para la trama pero que me ha gustado y lo he incluído.

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