Esperó la momia
durante siglos.
Esperó en silencio
y sin hacer ruido.
Esperó quieta
y sin moverse del sitio.
Esperó paciente
obviando el suplicio.
Esperó con esperanza
y sin dejar de creer.
Esperó embalsamada
limpita la piel.
Y entonces un día
sin más, se levantaba.
Se había cansado
y las vendas colgaba.
Había llegado señores
la hora de jubilarse.
Nuevas generaciones
de momias jóvenes,
reclamaban su sitio
en los eternos anales.
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